lunes, 9 de agosto de 2010

Ya no supongo,
odio el cálculo,
tanto como amo tus labios cuando sonríen.
Ya no me asusto
nada me mata,
tan solo podría dolerme tu indiferencia.
Quiero sentir
una vez más
tu cabeza apoyada sobre mi hombro y tu pelo,
tus gestos de niña,
tu piel de hembra,
la voz dulce repicando en la montaña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario